
Santa Rosa
No voy a analizar el negocio, porque no corresponde.
No soy "Swettista" ni "O'Ryancista". Ni "cruzado caballero" ni "Lamarquista". Mi abuelo, mi papá, mis hermanos y yo estudiamos en la Católica. Conozco bien la historia del club. La que he leído, la que me han contado y la que he vivido. Pasé tardes enteras en Santa Rosa. Como ciudadano y como periodista. Jugando, entrenando, reporteando, asistiendo a charlas, recitales, reuniones de negocios y hasta programas de TV. Comiendo, tomando, conversando en el bar. Escribí en la Ceatoleí y jugué por años el torneo de colegios organizado por el club (siempre salimos últimos).
Grandes amigos fueron seleccionados de la UC en fútbol, hockey, tenis, atletismo, equitación y rugby. Tengo muchos conocidos, de las más diversas edades, que son hinchas del club. Cruzados hasta la médula. Conozco como funciona la UC. Conozco su ADN. Pero el análisis económico tendrán que hacerlo los ingenieros comerciales. No sé si fue buen o mal negocio vender Santa Rosa en lo que se vendió. Me preocupan más otras cosas. Más simbólicas.
Así no más, al pasar, no es fácil entender por qué se vende un terreno que se entregó al club con el expreso requisito de ocuparse, para siempre, con fines deportivos. Era un compromiso. Sagrado, como todo compromiso. Pero ya sabemos que pasa en este país con los compromisos cuando hay plata de por medio. También resulta "especial", por decir lo menos, que una decisión tan importante se tome entre cuatro paredes, como si la UC fuera una empresa privada y no lo que es: un club deportivo construido por muchos y, por ende, propiedad de muchos. Tampoco consigo entender qué lógica tiene seguir arrancándose de la ciudad, de los barrios populares, de la diversidad, cuando los fundadores del club, cuando el espíritu del club, siempre apuntó a la mezcla. Mezcla que es, según entiendo, el objetivo primordial de la iglesia y de la universidad. Y del catolicismo, claro está.
Mientras más arriba -o supuestamente más arriba- se ha instalado la UC, menos gente es de la UC. Y peor le va. Deportiva y económicamente.
Incluso, desde la perspectiva segregacionista, el ejercicio ha tenido el efecto contrario al buscado: si usted compara a la UC de ahora con la de antes, la Católica antigua, la más mezclada, la de Independencia, la verdaderamente universitaria, ésa era infinitamente más cuica que la actual. A los verdaderos cuicos, a la verdadera iglesia, a la verdadera universidad no hay nada que les moleste más que acentuar las diferencias sociales. Eso es propio de los siúticos. Y por Dios que se ha puesto siútica la Católica en las últimas décadas.
Me pregunto: a partir de mañana, ¿dónde se reunirán los socios, los hinchas, los que quieren sacar una entrada, los que forman parte de la comunidad de las ramas deportivas? ¿Dónde estarán las fotos, las copas? ¿En San Carlos? Por favor. Es una lata llegar a San Carlos. Incluso para los que pueden hacerlo cómodamente.
Ya no están los Prieto, los Livingstone, los Infante, los Cisternas... Hay otras voces, otros intereses. Otros disfraces y otras posturas. Gente que llegó hace muy poquito... en todo sentido. Y por eso cierran puertas y se amurallan, cuando la identidad y el futuro de las ciudades -y de los clubes deportivos- se construye justamente al revés: mezclando, uniendo, manteniendo espacios. Haciendo canchas y gimnasios, no botándolos. Sumando corazones más que plata.
Eso lo tenían claro los antiguos. No sé si los de ahora.
"...por Dios que se ha puesto siútica la Católica en las últimas décadas".
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Me encontré con ese articulo escrito en el diario de el mercurio, columna expuesta si no me equivoco por bianchi y que demuestra la mente exitista tanto de nuestros dirigentes como de los cruzados caballeros. Ellos que son reyes de católica (los reyes se auto-proclaman, no son elegidos democráticamente) y que hunden cada día lo que hoy en día -en un poco tiempo más pasará a formar parte de una empresa- es el CDUC. Dignas y afortunadas esas personas que vivieron la católica gloriosa de independencia. Afortunados ellos que ya no están con nosotros masticando la rabia producto de la inoperancia de quienes hoy están al mando.
Tengo tanta bronca por la venta de Santa Rosa de Las Condes que no tengo como expresarlo. Cada día que pasa nos expropian un pedazo de nuestra historia, pero no lo lograrán porque un pueblo sin memoria es un pueblo sin historia. Aún nos queda memoria y seguiremos aquí, en las malas y las re malas. Porque esto va mucho más allá de un lugar que a sido el centro convencional de lo que hoy es la barra Los Cruzados, mucho más allá.
Poco a poco me estoy quedando sin club.
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